La caracterización de las distintas personalidades de nuestros animales, Asterión (en el centro), Clementina (a la derecha) y Cotton (a la izquierda), no podía estar mejor lograda: Aster el glotón (¡él ama comer!), Clem la esquiva (ella odia a todo el mundo) y Coto el mañoso (él odia comer). Aunque, por supuesto, y pese a mi amor de hermano hacia la artista y a mi extraño gusto por su trabajo, entre ella, sus dibujos, el perro, el gato y la gata, me quedo, desde luego, con la última, en su versión real (o no representada: quiero decir, de carne y sangre; si bien la realidad, según Schopenhauer, también es pura representación): la que, en su peculiar estilo de pedirme las cosas, llega cada fría madrugada maullando a rasguñar mi ventana, para que le abra y la deje entrar; y a la que puedo cantarle, aún desafinando un poquito, el "refrain" de "Oh my darling Clementine" de Percy Montrose, de 1885.
En cuanto al gato. Yo siempre digo: "Pobre Asterión": si no lo alimentamos más, es para evitar que explote. Pero, ciertamente, ni en sus botines de cocina más acaudalados (¡es peor que Butch Cassidy!) ha de haber disfrutado de un plato de tallarines tan repleto como el de la imagen. Y, más aún, sin el riesgo de que llegue la autoridad y lo sorprenda, obligándolo a desertar: la realidad del cuadro es impenetrable.
3 comentarios:
el gato del centro es lejos lo mejor... a pesar de que no me gusten los gatos.
Pobre Asterión..acá nadie le tiene mucha paciencia, por meloso y glotón..
¬¬ Además de ladrón y violador de peluches.
La caracterización de las distintas personalidades de nuestros animales, Asterión (en el centro), Clementina (a la derecha) y Cotton (a la izquierda), no podía estar mejor lograda: Aster el glotón (¡él ama comer!), Clem la esquiva (ella odia a todo el mundo) y Coto el mañoso (él odia comer). Aunque, por supuesto, y pese a mi amor de hermano hacia la artista y a mi extraño gusto por su trabajo, entre ella, sus dibujos, el perro, el gato y la gata, me quedo, desde luego, con la última, en su versión real (o no representada: quiero decir, de carne y sangre; si bien la realidad, según Schopenhauer, también es pura representación): la que, en su peculiar estilo de pedirme las cosas, llega cada fría madrugada maullando a rasguñar mi ventana, para que le abra y la deje entrar; y a la que puedo cantarle, aún desafinando un poquito, el "refrain" de "Oh my darling Clementine" de Percy Montrose, de 1885.
En cuanto al gato. Yo siempre digo: "Pobre Asterión": si no lo alimentamos más, es para evitar que explote. Pero, ciertamente, ni en sus botines de cocina más acaudalados (¡es peor que Butch Cassidy!) ha de haber disfrutado de un plato de tallarines tan repleto como el de la imagen. Y, más aún, sin el riesgo de que llegue la autoridad y lo sorprenda, obligándolo a desertar: la realidad del cuadro es impenetrable.
Publicar un comentario